A comienzos del siglo XX en la órbita policial y en otros ámbitos gubernamentales cobró fuerza el proyecto de la identificación generalizada de la población civil. En 1905 se reglamentó la expedición y el uso de una libreta numerada para los conductores de automóviles -recién llegados al país- que incluía el retrato fotográfico. En 1914 se promulgó la primera ley sobre “libretas de identidad personal” o “cédulas de identidad”, expedidas por la Oficina de Identificación de la Policía. En un principio solo eran obligatorias para algunos funcionarios públicos, pero en la década de 1920 comenzaron a comprender al resto de la población civil.
En los primeros años del siglo XX la resistencia al retrato fotográfico se había extendido entre integrantes de los sectores populares, habituados a determinados procedimientos de identificación y fichaje. En 1904 la revista Caras y Caretas publicó un reportaje sobre la vida en conventillos porteños de desertores uruguayos durante la guerra civil de ese año. Cuando el fotógrafo de la revista quiso retratarlos, algunos de ellos manifestaron sentir miedo ante la posibilidad de que los reconocieran en Montevideo y los castigaran a su regreso, mientras que otros directamente recomendaron no dejarse retratar pues estaban convencidos que el fotógrafo era de la Policía. “Nuestras explicaciones no parecen convencerles [...]. No queda pues, otro recurso que renunciar el propósito de retratarlos”.
Cédula de identidad de Joaquín Broquetas Tafanell. 20 de julio de 1925. Archivo particular Familia Broquetas.
Realización de retrato frontal para la confección de la cédula de identidad. “El archivo de los dedos reveladores”, Mundo Uruguayo, Montevideo, 17 de noviembre de 1927.