El registro de actividades y personas vinculadas al ejército fue uno de los usos de la fotografía más extendidos durante el siglo XIX y comienzos del XX.
En enero de 1865, la empresa Bate y Ca. radicada en Montevideo, registró la destrucción edilicia de Paysandú luego de ser bombardeada por el ejército brasileño. Estas imágenes fueron adquiridas en gran número por los uruguayos y reproducidas por medio de litografías en algunas revistas europeas.
En mayo de 1865 estalló la Guerra de la Triple Alianza, luego de que los gobiernos de Uruguay, Argentina y Brasil se aliaran contra el de Paraguay. Algunos corresponsales del ejército oriental en el frente de batalla, y los medios de prensa que recogían sus informaciones, comenzaron a plantear la importancia de poder mostrarle la guerra al
público mientras ésta ocurría. Junto al probado éxito comercial de las imágenes bélicas, ello motivó a Bate y Ca. el envío de un fotógrafo al “teatro de la guerra”, como los diarios de la época denominaban al lugar donde se producían los enfrentamientos. El fotógrafo comisionado fue Javier López, que entre junio y setiembre de 1866 realizó dos viajes a Paraguay. Allí registró a los jefes militares de las fuerzas aliadas, las actividades de los soldados y su tiempo libre, los campamentos y algunas estructuras edilicias, las poblaciones indígenas y los prisioneros paraguayos, así como los cadáveres de sus combatientes, en lo que constituyó el primer reportaje fotográfico bélico de América del Sur. Trabajó con negativos de colodión húmedo, cuya manipulación exigía mucha pericia. Entre la sensibilización de la placa, la toma, y el revelado no podían pasar más de quince minutos, por lo cual todo el proceso fotográfico debía ocurrir en el sitio. Los elevados tiempos de exposición que requería está técnica le impedían
“congelar” el movimiento y captar la acción. Por todo ello las imágenes de López eran una escenificación de la contienda en poses preestablecidas.
Bate y Ca. editó varias colecciones de estas fotografías, que fueron vendidas en Montevideo y que llegaron incluso a Brasil y Europa. Los diarios afines al gobierno de Venancio Flores las utilizaron para extender un discurso heroico sobre la participación oriental en el conflicto.
Durante las guerras civiles de 1897 y 1904 trabajaron varios fotógrafos, entre quienes puede mencionarse a los hermanos Chabalgoity y Santini, Victoriano Pérez, Jesús Cubela, Federico Brunel, Enrique Schickendantz, John Fitz-Patrick y Ángel Adami. Sus fotografías, que circularon en álbumes y revistas ilustradas, no variaron estética y
temáticamente de las realizadas por López, puesto que si bien se había conquistado la instantaneidad con la placa de vidrio de gelatina, el traslado de equipos y materiales pesados no les permitía operar con comodidad en el frente de batalla.
Por otra parte desde la década de 1850 la fotografía militar tuvo un fuerte uso conmemorativo. Los retratos de autoridades políticoilitares circulaban en el contexto de discursos que los jerarquizaban como sujetos constructores de la historia, y en ocasiones como “mártires” de las colectividades políticas. Durante el último cuarto
del siglo XIX se empleó la fotografía para referir algunos de los hitos más importantes de una “historia nacional” en construcción. Incluso sirvió para conmemorar hechos producidos antes de su invención, como el movimiento independentista de 1825.
También, en ese marco, comenzaron a fotografiarse las actividades de servicio, entrenamiento e infraestructura militar. Esto incluyó desde el registro de los “batallones infantiles” hasta el de las expediciones de cuerpos militares por el interior del país.
Estas imágenes contribuyeron a presentar al Ejército como una institución moderna, capaz de proporcionar a la ciudadanía valores y virtudes asociadas al proyecto estatal, como la disciplina, el patriotismo, la buena salud y la entereza física.