
El Teatro Escayola no sólo era lujoso y tenía todas las comodidades de cualquier
teatro europeo de la época, sino que su dueño mandó construir habitaciones a los
lados del escenario, las que seguramente utilizaba frecuentemente con las artistas
que llegaban de todo el mundo. Las compañías de teatro y ópera actuaban en Río de
Janeiro y después iban al Teatro Colón de Buenos Aires, pero antes hacían escala en
Tacuarembó. Incluso hubo algún expediente judicial propiciado por el Teatro Solís
por conjuntos que no llegaron a Montevideo. El coronel programaba con mucha
anticipación y las entradas se vendían en toda la región, inclusive el sur de Brasil.
Las actrices utilizaban fotos como carta de presentación, muchas de ellas coloreadas
a mano, constituyendo verdaderas obras de arte. Se encontró una colección con
120 tarjetas, varias autografiadas, que llegan hasta 1910, cuando el coronel vivía en
Montevideo y ya tenía 65 años.
Estas fotografías estaban en el Museo del Indio de Tacuarembó, donde quedaron hasta que el
doctor Carlos Arezo Posada resucitó la Casa de la Cultura de Tacuarembó. Allí, en el archivo,
está toda la colección de fotografías y títeres de Carlos Segundo Escayola.