A fines del siglo XIX la práctica de fotografiar criminales no respondía solamente a la necesidad de probar futuras reincidencias o de servir de ayuda para su identificación por parte de los agentes de seguridad. También era un auxiliar de teorías y prácticas pseudocientíficas como la fisiognomía, que buscaba en el rostro de las personas los indicadores de sus características morales y psicológicas, y por lo tanto deducía de ellas su propensión al delito. Estas ideas circularon ampliamente en el Uruguay a partir de los trabajos de los médicos italianos Cesare Lombroso y Enrico Ferri, y se extendieron a nivel popular. En la década de 1890 el diario La Tribuna Popular dedicaba buena parte de su contenido a la crónica policial, y acompañaba sus relatos con grabados que retrataban a los delincuentes. Estos dibujos, realizados a partir de fotografías o relatos de testigos, eran suficientes para que los cronistas establecieran su grado de “anormalidad” y “propensión al crimen”. Usualmente asociaban los peores instintos criminales a las personas de extracción popular, lugar de donde salían los “seres fatalmente propensos al delito”, y llegaban a considerar excepciones las conductas criminales de las personas de clase alta, “accidentes” motivados por exaltaciones pasionales.
“El crimen del Sauce”, La Tribuna Popular, Montevideo, 28 de julio de 1894.
“La tragedia pasional”, La Tribuna Popular, Montevideo, 8 de agosto de 1894.
“El crimen de San Isidro”, La Tribuna Popular, Montevideo, 16 de julio de 1894.
“Los horrendos crímenes del Durazno”, La Tribuna Popular, Montevideo, 12 de junio de 1894.