Foto Club Uruguayo, años setenta y ochenta: el gran recodo
Sobre los finales de la década del 1960 todo se sacudió en el mundo, en la región, en el país. La Historia tiene esos estados febriles, parecidos a los que vivimos en la infancia, cuando parece estallarnos la cabeza y después que todo pasó encontramos que ¡crecimos cinco centímetros en pocos días!
El Foto Club no era una isla y también vivió el tembladeral. Por décadas, había sido un oasis de placer visual en el Uruguay de la abundancia y la calma chicha. Entonces, la chicha se transformó en limonada y, para peor, sin azúcar... Un grupo de socios y socias jóvenes con una fuerte conciencia social planteó su aspiración de una fotografía más comprometida. Se dieron como nombre “Grupo Alfa”. Entre ellos estaban Eduardo Collins, Sylvia Julber, Alberto Campodónico, Oscar Bonino y su esposa Elba, Mario Navarro, Alberto Corchs, y otros a quienes estos recuerdan sólo como Arce o Ceriotti.
El tiempo y los trágicos sucesos posteriores se encargaron de desparramarlos: Corchs desapareció en Orletti, otros sufrieron el exilio y para quienes quedaron en el país... el largo calambre de la dictadura. Pero el reclamo y la transformación que operaron dentro del Club —con fuerte oposición de la Comisión Directiva del momento— sentaron un antecedente importante.
Quienes ingresamos a principios de los setenta escuchábamos hablar del Grupo Alfa y aunque muy pocos de sus integrantes aún frecuentaban el Club, sabíamos que habían sentido, como nosotros/as, ganas de zambullirnos en una realidad que golpeaba las puertas, trabajar temas en profundidad y no meramente medir ingenios en los concursos mensuales. Nuestra generación contó con una ventaja numérica y con el incentivo de que el lenguaje visual era uno de los pocos que el régimen no podía censurar fácilmente. Contamos también con una figura crucial en ese viraje del Club, que fue Dina Pintos de Del Castillo, docente lúcida, fotógrafa e investigadora, verdadero puente entre las distintas generaciones.
Así, nos fuimos empoderando, lenta pero irreversiblemente, dentro de la institución. Los que habían ingresado primero y disponían ya de conocimientos técnicos sólidos, como Roberto y Mario Schettini, Héctor Borgúnder (“Chumbo”), José Luis Samandú, Daniel Laizerovitz o Freddy Abreu, ofrecieron su tiempo y sus laboratorios caseros para que los/las “novicios” mejoráramos rápidamente nuestras herramientas.
Fui parte de ese grupo que creció sin parar, con Ricardo Giusti, Hugo Marinari, Carlos Asborno, Susana Grumbaum, Judith Isaac, y una nómina imposible de detallar que se fue sumando en oleadas, año tras año.