La creación teatral penetra en las áreas dolorosas y conflictivas de la existencia y de la historia; nos pone en alerta, nos incita a la reflexión crítica, nos complace y emociona mientras nos transgrede.
El teatro convierte a su país en territorio de escenas y escenarios. En él están presentes y re-presentados campesinos, mineros, pobladores, gente de la ciudad, médicos, empleados, políticos, profesores, empresarios, militares, obreros…
Las pasiones e ilusiones que desbordan a esta tierra latinoamericana de este y otros tiempos; sus aspiraciones, luchas, utopías, desencantos, contentos, quiebres, flaquezas y recomposiciones, impactadas por las fuerzas telúricas, desafíos existenciales, sociales e históricos, han ido proyectándose en el teatro a través de lenguajes dramáticos y escénicos que han tocado hondamente a la sociedad.
Así, el teatro retroalimenta activamente los imaginarios, no solo recogiendo las visiones, sensibilidades y posturas acerca de los modos de vida que circulan en los pueblos sino que recreándolos y, aún más, creándolos al sintetizar en forma dramática aquello que hasta entonces no había sido configurado como lenguaje.
Porque el teatro está en el alma de la cultura y del arte, ¡crea, vive la escena, movilízate con su memoria!