La modalidad itinerante de los fotógrafos condicionaba, en buena medida, la ambientación y los recursos escenográficos empleados en las primeras dos décadas, en las que la realización de retratos tenía mucho de artesanal. Los improvisados estudios o “galerías” de la primera época, estaban dotados de algunos pocos elementos de carácter simbólico y utilitario. Entre los más frecuentes se destacan los objetos de mobiliario básico (por lo general una silla y un velador cubierto por un mantel) y accesorios auxiliares, como los pedestales apoya cabezas y otros objetos que contribuían a sobrellevar la pose y también cumplían una función decorativa y de status social, como era el caso de los libros que en ocasiones servían de sostén al retratado.