Treinta años antes de contar con un parque público, los montevideanos ya poseían un balneario en el que reunirse a conversar, pasear, mirar y ser mirados, y los más osados a bañarse. En 1871 la compañía del Tranvía del Este inauguró el Balneario Ramírez, una construcción de madera que avanzaba sobre el agua elevándose sobre pilares y a cuya terraza accedía el tranvía de caballos por medio de un puente.
La inauguración del Parque Urbano en 1901 promovió la ampliación de las instalaciones del balneario. Éstas eran visitadas por multitudes de personas atraídas por los servicios que allí se brindaban: bar, confitería, actuación de orquestas. En 1906 el tranvía de tracción a sangre fue reemplazado por el eléctrico que llegaba por la recién inaugurada Rambla de Ramírez hasta una explanada semicircular ubicada frente a la playa.
Durante los años veinte, el Parque Rodó y la Playa Ramírez todavía eran percibidos como una unidad. La incorporación de la Rambla de Ramírez a la rambla montevideana en 1933, así como la difusión del uso del automóvil y el consiguiente aumento de la velocidad vehicular, fueron los causantes del divorcio de la playa y el parque.
Alicia Torres/FARQ