Vika en la iglesia

Es domingo y cerca del mediodía voy a la iglesia a encontrarme con Vika. Toda nuestra visita la hacemos en voz baja, entre susurros. La iglesia está vacía pero aun así, la voz baja se impone: maravilla del recinto sagrado que nos condiciona la actitud vocal. Nos sentamos en uno de los bancos y desde ese lugar Vika me susurra toda su residencia. Hablamos de las diferentes representaciones del lugar: cuadros, esculturas, impresos, fotografías, etcétera. De a poco la iglesia se empieza a llenar para la misa. El cura se instala en su confesionario y antes de iniciar la liturgia, recibe a sus feligreses durante media hora. Gustavo anda por allí sacándole fotos a todo: me gusta su forma discreta e inteligente de trabajar: está sin estar y persigue constantemente la revelación. Vika me abre un viejo sobre y me muestra todos los documentos que ha encontrado sobre su abuelo que ha muerto hace unos años y cuya misa de difuntos ha sido celebrada increíblemente en esta misma iglesia. Dentro del sobre guarda preciosamente un pasaporte, un billete de avión del año 1952, una serie de estampitas, etcétera. ¿Sabrá Vika que lo que tiene en sus manos son sus Instrucciones? Porque si algo estoy aprendiendo en esta residencia es que cada uno de nosotros tiene sus propias Instrucciones: restos o fragmentos de las reliquias que nos fundaron. Empieza la misa y la iglesia está ahora repleta. Con Vika vamos al primer piso y seguimos todo el oficio al pie de la letra. De pronto veo que Vika saca un bello rosario y lo deposita sobre su cuaderno de notas abierto. ¿Es posible escribir con un rosario? Sí. Pienso que sí. Por suerte podemos escribir con muchas más cosas que las palabras. Me voy y la dejo sola con su cuaderno, su rosario y su escritura.