
Una cosa era ser Carlos Escayola y otra era ser el coronel Carlos Escayola. El
título aumentaba su prestigio, tanto a nivel político como en el trato con “el
bello sexo”, como definían entonces a la mujer. Las dotes seductoras de Carlos
eran conocidas desde su adolescencia pero al asumir la Jefatura Política y recibir
el título de coronel logra el máximo de su esplendor. Hay que considerar que era
en un pueblo del norte de Uruguay, más cerca del Imperio Portugués que de la
capital, con gente que llegaba de todo el mundo en búsqueda de oro, de alcanzar
la fortuna rápidamente. En ese momento llegaron a coexistir tres logias masónicas
en Tacuarembó, los colorados como Carlos y su suegro eran francmasones. Pero
además el coronel era un agitador cultural desde varios ámbitos de la vida del
departamento, incluyendo los prostíbulos que tenía en la ciudad y en Santa
Ernestina, este para los obreros de las minas de oro.
La foto fue encontrada en la casa de Juan Francisco Giró, Museo Histórico Nacional, la única
donde se ve a Carlos de uniforme.