La directora Sara Becensoni y el estudiante Facundo Echevestre. Escuela N° 124. Foto 0133FMCPNM.CMDF.IMM.UY.
Carlos Contrera / CdF
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Contemporánea

Sara Becensoni

Yo vivía en el centro de Montevideo. Vine para Melilla cuando me casé y fue todo un aprendizaje vivir en una zona que no es campo, que es suburbana o rururbana. Entonces esto no es campo, porque veinte kilómetros para allá tenés tambos y campos de muchas hectáreas. Pero esto es totalmente diferente, es otro tipo de vida. Acá la mayoría somos pequeños propietarios de parcelas de terreno de entre cuatro y doce hectáreas, de economía netamente familiar. En los establecimientos trabaja toda la familia. A los habitantes de Melilla nos da mucha pena que se desvirtúe y que se vaya deteriorando esa cultura de la familia trabajando junta, que nos da alimento y que da un gran porcentaje de fruta que se consume en el país.

Uno aprende que si le falta algo para cocinar se tiene que arreglar con lo que tiene. Y después sabe que si tiene un exceso de cosecha, procesa para cuando no tenga. Acá en Melilla se nota el esfuerzo diario. Porque por ejemplo hay que esperar tres años a que un durazo de para vender. En julio florecen los duraznos, pero una helada puede arruinar todo. Es decir que el don de la paciencia se cultiva. Eso per-tenece a la cultura rururbana. Es todo un tema aprender a valorar lo rural sabiendo que no hay posibilidades económicas de progresos extraordinarios. Y se ve que la gente desconoce cómo vivimos. 

En la escuela las familias están presentes. Es una relación afectiva de colaboración. Lo que genera este medio es eso de que si necesitamos tal cosa recurrimos a los vecinos. Y siempre hay gente que se siente obligado afectivamente a mantener su escuela. Eso es muy valioso. En cuanto a la parte pedagógica, intentamos que esté conectada con el agro, que los niños tengan una actividad agraria de forma más científica, a la vez que aprendan a valorar el esfuerzo, el trabajo y la paciencia, que son las constantes de la zona. El sólo hecho de tener este espacio y este silencio posiciona a los niños y a los maestros de manera diferente. Lo que tenemos que hacer es no quedarnos en la chatura del no pasa nada, entonces queremos tener Internet, porque se trata de estar acá y a la vez conectado con el mundo.

Escuela Nº 124. Camino de La Redención 10007. 2 de agosto de 2006.

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