“Este lugar es muy localista, a la gente le gusta las cosas de aquí. Es la idiosincrasia del pueblo. Las necesidades del lugar son completamente diferentes a las de otros barrios, por lo que nosotros en la Biblioteca personalizamos mucho la tarea. El cura, el comisario y el bibliotecario son como personajes del pueblo.
Intentamos crear los conceptos de identidad y de pertenencia que no existían anteriormente de forma consciente.
Antes de que este sitio fuera biblioteca acá estaban las oficinas del matadero y, poco después, en 1931, se inauguró la biblioteca. Antes de eso ya había un vecino muy emprendedor de la zona, hoy poco conocido pero que hay que nombrar, Silvestre
Barindelli, que tenía una biblioteca popular y donó sus libros.
Hoy en día contamos con entre nueve y diez mil libros, aunque es un material un poco antiguo.
Esta zona es muy atípica, muy amplia, trabajamos con gente de Belvedere, Rincón de la Bolsa, de Melilla. Tienes desde el ama de casa, hasta los estudiantes o los profesionales. Hay que despertarles expectativas para que crezcan como personas.
Dentro de los servicios de préstamos está el rincón infantil, Internet gratuita, cursos de computación y la hora del cuento, donde trabajamos con los niños de las escuelas de la zona.
También damos cursos y talleres y creamos un proyecto multidisciplinario y de interrelación social, en el marco del cual se hicieron cursos de cerámica, tejido, dibujo y cocina. Así surgió el Centro de Artesanos de Santiago Vázquez. Después de
que crece y puede andar por si solo, cada uno de esos grupos sigue por su lado. Esto evidentemente escapa a todos los parámetros de lo que se nos pide como Biblioteca pública, pero tenemos que actuar de acuerdo a las necesidades del pueblo.”
Entrevista/ 11 de setiembre de 2006.