Vivo y Planto. Muestra homenaje a Inés Filgueiras

La muestra

Mujer intensa, multifacética, pródiga en afectos, generosa, Inés Filgueiras murió en junio del año pasado, a los cuarenta y ocho años y en forma sorpresiva, luego de algunos quebrantos de salud. Por encima del dolor y las preguntas sin respuesta posible, esta exposición-homenaje fue inspirada por la memoria fértil, casi un sinónimo de la fotografía misma.
Una vocación precoz la motivó de niña a registrar su entorno con una pequeña cámara, pero buscó otros caminos como ayudante de arquitecto, en las artes y en la educación social. Todo acabó confluyendo en la fotografía, que le permitía canalizar su expresión personal a la vez que documentar las realidades que la conmovían. Pero ninguna nueva actividad sustituyó a las anteriores. Todo en ella fue suma y crecimiento, personal y profesional. Registrar un evento institucional podía seguir con la elaboración de un libro artesanal de fotos y terminar con el armado de un portón para su casa, que no era cualquier casa: en 2005 se fue a habitar con su compañera de vida, Gabriela, y el hijo de ella, Marcos, una chacra en la periferia rural de Montevideo. Allí pintó, techó y dio vuelta la tierra, plantó y cosechó, fotografió y se fotografió. Esto último, con la regularidad de un trabajo, como si necesitara tomarse el pulso para convencerse de que todo era cierto, que estaba viva, que era feliz.

OBRA PERSONAL
Federico Meneses: ¿Qué consejo darías a un fotógrafo que recién empieza?
Inés Filgueiras: Consejo ninguno, que se enamore.
(Entrevista para Cooltivarte, junio 2012)

Desde sus primeras imágenes en papel blanco y negro, impresas por ella, Inés manifestó una marcada sensibilidad por la peripecia humana en el espacio público, especialmente la de los seres más vulnerables. La soledad se erguía como protagonista, pero la luz, el agua y el cielo abierto compartían el encuadre, tal vez para dejar claro que la belleza de la vida estaba allí, esperando ser vista. Pronto incorporó el color, que al delegar el revelado a laboratorios profesionales, le permitía comunicar más rápidamente su mensaje solidario. “Si pudiera no pensar estaría bárbaro”, contestó en otro momento de la entrevista. “Me guío por la intuición y lo que el otro/a me despierta”.
Más tarde enriqueció su producción con collages y montajes. Experimentando con las formas, construyó extraños seres con fragmentos de autorretratos y desarmó clips de oficina generando una secuencia de divertidos personajes en una aburrida “reunión de trabajo”.

LOS CEMENTERIOS
Inés tomó muchas fotografías en cementerios, sobre todo rurales. El destaque y la integración que les dio en el contexto de su obra revelan su fascinación por los ciclos naturales, de los que la muerte forma parte. Y fue en los cementerios más humildes donde encontró los “rastros de fe” que la comunidad activa dedicaba a sus ancestros: pequeñas ofrendas o simples cruces clavadas en la tierra a la que se habían incorporado. Las ciudades han convertido la muerte en un trámite despersonalizado que ahoga el dolor,
pero las tumbas de Inés están bañadas en luz.

LA FOTOGRAFÍA SOCIAL
Fruto de sus años de trabajo visual en el Mides, ha quedado un archivo inmenso de registros que exceden la simple documentación. La cámara de Inés se mezcló en los juegos, dramas y aprendizajes de niños y niñas en contextos críticos, compartió cosechas y realizaciones en cooperativas agrarias, de pesca y de vivienda, se embarró en los campos del Uruguay profundo, conoció a hombres y mujeres que desde sus aislados lugares en el mundo realizaban hazañas cotidianas para el beneficio de sus comunidades. Si fotografiar es rescatar de la fugacidad del tiempo los momentos que consideramos dignos de perdurar, quedaron allí plasmadas realidades invisibilizadas por la inequidad social, fragmentos del rico mosaico del que somos parte.

DIANA MINES, curadora invitada.

La autora

Inés Filgueiras nació en Montevideo, en diciembre de 1966, y su vocación transitó por la arquitectura y las bellas artes, hasta decantarse por la fotografía y la educación social, que confluyeron en su última y más intensa ocupación laboral en el Ministerio de Desarrollo Social. Durante ese periplo, su formación en fotografía la realizó junto a Jorge Ameal, Annabella Balduvino, Dina Pintos, Roberto Schettini, Diana Mines, Marjan van Doorselaer, Panta Astiazarán, Analía Piscitelli, Daniel Caselli y en talleres con fotógrafos internacionales.

Inés Filgueiras nunca dejó de desarrollar proyectos personales de profunda intimidad, caracterizados por un lenguaje visual preciso y dinámico, y una aguda observación de la vida y de la naturaleza. Además de ganar varias distinciones, expuso su obra en muestras individuales y colectivas, en particular con otras mujeres fotógrafas. Su prematura muerte en 2015 –luego de una sucesión de quebrantos en su salud– enlutó a su familia, pareja, amigos, amigas y colegas, dejando un vacío que esta presentación pública de su obra aspira a compensar, al menos en parte.